¿A quién se le ocurre abrir un nuevo teatro ahora?

La Gleva amplía el mapa de salas barcelonesas con un espacio para espectáculos multidisciplinares para público transversal: sus promotores no se han dejado paralizar por la inestabilidad del contexto.

“A esto es a una multinacional orientada al negocio”. La compositora y pianista Bárbara Granados recurre a la ironía para explicar qué la ha impulsado a embarcarse en un proyecto tan valiente como la inauguración de un teatro en los tiempos que corren. Granados forma parte del grupo de cuatro promotores (junto a Juli Modesto, Rafa Puig Samper y Albert de la Torre) que han hecho posible la inauguración, hace apenas unas semanas, del teatro de pequeño formato La Gleva, situado en el número 19 de la calle homónima en el barrio del Farró, en Barcelona. Una sala que sigue la estela marcada por la apertura en los últimos años de espacios de iniciativa privada como la Sala Fènix, La Vilella Teatre y La Badabadoc, demasiado a menudo marcados por la estrechez económica y, en las últimas semanas, con unas taquillas directamente impactadas por la inestabilidad social y política. Cuando deja de lado el humor, Granados dice que el proyecto ha nacido de la ilusión y el amor al teatro. De todo el grupo y, especialmente, de Albert de la Torre, periodista especializado en artes escénicas.

“Con Albert tenemos una productora audiovisual desde el año 2003. Hace un par de años habilitamos este local para usarlo como plató. Pero él siempre ha tenido en mente la idea de hacer teatro allí, y por eso fuimos pidiendo todos los permisos y acondicionando el espacio para poder usarlo con este fin”, explica la compositora. El impulso definitivo llegó cuando a la iniciativa del veterano De la Torre se sumó la energía de la joven Júlia Simó, responsable de la programación. “Claro que nos planteó si el contexto era oportuno, pero no como algo que nos pudiera parar, sino para tomar conciencia de que todo nos supondría el doble de trabajo y sería más duro que en otro momento”, dice Simó. “Nos dicen que somos muy valientes, pero yo tengo la sensación de que nos movemos al margen de lo que está pasando; hemos abierto un teatro porque teníamos la necesidad”, añade Granados.

Simó, hija de los directores escénicos Magda Puyo y Ramon Simó, conoce muy bien el ámbito de las compañías emergentes porque tiene una: El Martell. Por eso los nuevos valores son uno de los colectivos que quiere tener en cuenta en el diseño de contenidos de La Gleva. Pero sin dejar de lado cualquier tipo de espectáculo “interesante y hecho con las ideas muy claras”. Por eso se mueven en un marco amplio y flexible de formatos, experiencias y lenguajes, y quieren llegar a un público transversal.

“Las salas de Barcelona, incluso las pequeñas, están muy especializadas en un tipo de teatro. Nosotros queremos que quepa todo: espectáculos de música, circo… Queremos buscar gente que sepa muy bien por qué hace las cosas”, dice Simó. Por encima de eso, la intención es visibilizar las creaciones y direcciones hechas por mujeres, al menos en un 50% de la programación. El aforo de la sala es variable en función de la disposición de las sillas: de 60-70 cuando se intercalan mesitas en formato café-teatro; unas 80 si se colocan gradas; y alrededor de 100 con solo sillas a pie llano. Las compañías reciben un 60% de la taquilla (una proporción superior a lo habitual) y un vídeo de la función.

“Me daría vergüenza ofrecer las mismas condiciones que nos han ofrecido a menudo con El Martell. Y las iremos mejorando a medida que podamos; ahora nos tenemos que estabilizar. Por ejemplo, aún no tenemos subvención”, explica Júlia. “Pero si la subvención no llega, seguiremos vivos”, añade Bárbara. La viabilidad de la sala pasa por darle un uso intensivo: espectáculos de jueves a domingo (esta semana, La Maga Gisell), continuidad en el uso como plató, alquiler para reuniones y actividades diversas. Y también funcionar como pequeño café-librería, especializado en filosofía y teatro, con una programación cultural vinculada a estas materias. “De momento, vivimos al día, no nos planteamos nada más allá. Y estamos muy contentos e ilusionados”, dice Bárbara Granados.